Este ha sido un mes de reajustes. Me mudé por tercera vez en Barcelona, al parecer la última. El piso cómodo y tranquilo en un ático a compartir con un catalán que ha resultado ser una sopresa (grata). Mis manos de mantequilla a la orden del día: en tan sólo dos semanas he roto dos vasos...decidido, regreso a mis queridos vasos azules de plástico -by IKEA-.
El trabajo bien, pero cada vez llego más tarde, cosa que no importa por que no tengo un horario determinado.
Ahora me he quedado sin cámara :( tuve que llevarla a que la revisaran por que no transfería las fotos a la portátil...una lástima, estoy demasiado acostumbrada a ella, algo así como la misma depedencia que tengo del móvil.
Últimamente he notado esas cosas extrañas que tiene la ciudad. Esos rasgos distintivos propios de BCN y que con el paso del tiempo había olvidado o mejor dicho me había acostumbrado a ellos. Aplicaciones varias de la ley de Murphy.
- Ni de broma se te ocurra dejar el refri vacio para el finde. Una extraña sucesión de eventos a lo largo del viernes y del sábado te impedirá ir al súper. El domingo estarás desesperada sin nada que comer y lanzado mordidas al primer incauto que se te acerque, recordando como de donde vienes el súper si abre en domingo. La otra opción es ir a el único super abierto del otro lado de la ciudad -poco probable- o recurrir a un paki -seguro-.
- Si aparcas tu coche un día último de mes por el Raval y tienes prisa por llegar a casa seguro tardarás más de dos horas. Comprobado en el lugar de los hechos la semana pasada. Se nos olvidó que en algunas calles -ya ni por que mi antiguo piso quedaba justo ahí- cada mes cambian de acera el lado de estacionar el coche. Esto aplica desde las 9 am del día 1. Algunos listillos el día 31 quisieron ganar lugar. Resultado: el coche a mitad de una cuadra sin poder salir; coches estacionados de ambos lados de la calle. Hora y media y una grúa después pudimos irnos.
- Te das cuenta de que no tienes nada que ponerte para el lunes por que todo lo "decente" está sucio. Corres a la lavadora con la esperanza de que mañana por la mañana esté seco. Olvídalo. Las últimas gotas de detergente líquido las usaron ayer.
- Te duele la cabeza, estás cansada, comiste a las 7:30 pm tras tus horas de trabajo, la cita con el abogado y la ida a la escuela, andas en tus días, vas a la cena de la empresa que decidieron fuera sólo mujeres y además vas tardísmo. Te toca el taxista más hablador de la ciudad, que resulta ser un machista de lo peor y que se despide de ti con un: espero te haya gustado tanto la charla del trayecto como a mí. Silencio absoluto.
- Te llega una carta de la escuela para informarte que ya tienen tu título. Ese día después del trabajo + el abogado, decides ir por él con un sentimiento satisfacción y orgullo. Al llegar a la oficina indicada en la carta (son las 6 y no has comido), y después de esperar a que la atenta secretaria revise una pila mínima de documentos (solo la sección de la letra de tu apellido):
Secre cincuentona: no está.
Se dirije a la otra secre.
SC: no lo encuentro, lo puedes buscar tu también? quizá se me ha pasao.
La otra secre: no, yo tampoco lo encuentro.
Dirigiéndose a tí.
SC: no está.
Tú: pero si ustedes me enviaron una carta para decirme que ya lo tenían listo.
SC: no sé. Lo habrán vuelto a hacer (????) o se traspapeló.
Tú: y si lo busca en las demás letras?
SC: no tengo tiempo.
Tú: lo que pasa es que trabajo, y no puedo venir hasta acá cualquier día.
SC: pues podrá mandar a alguien en su representación con una identificación y copia de
su DNI.
Tú: mire es que soy de fuera, mejor que me lo entreguen ahora que estoy aquí y no que después tengan que enviarlo hasta México por correo.
SC: pues no. Pero ya te hablaremos. Es que no tengo tiempo.
Procede a seguir sentada frente al ordenador como autómata y sin hacer nada.
Viva el servicio al cliente y todas las leyes de calidad.